4.8 Cirugía Paliativa
4.8 Cirugía Paliativa
Cuando no es posible curar al paciente, la actuación quirúrgica se justifica, no sólo en conseguir alargar la supervivencia, sino en proporcionar una mayor calidad de vida, que la que ofrecería la evolución natural de la enfermedad, ligada a la progresión de la neoplasia, o el uso de otras alternativas no quirúrgicas. Es preciso balancear bien riesgos y beneficios, pero en general es preferible una resección paliativa a un by-pass quirúrgico, y éste a una endoprótesis colocada percutánea o endoscópicamente. El estadío evolutivo del tumor, el estado del enfermo y la expectativa de vida serán elementos esenciales para adoptar una u otra actitud.
La resección paliativa del máximo de masa tumoral, tanto del primario como de los depósitos metastáticos, puede mejorar la balanza inmunitaria huesped-tumor. Este hecho, tiene interés en algunos casos (cirugia citorreductora o "debulking" de los anglosajones) como en el linfoma de Burkit, carcinoma de ovario o en algunos tumores endocrinos, abriendo el camino a la actuación de otros tratamientos complementarios. Cuando esta no es posible o aconsejable, pueden utilizarse otras técnicas paliativas. En los casos más extremos, esta cirugía paliativa puede salvar la vida solucionando situaciones que la amenazan, casi siempre relacionadas con complicaciones locales del tumor. Ejemplos de estas situaciones, son la obstrucción de conductos, la hemorragia o la perforación tumoral, ( vías aéreas, tubo digestivo, conductos biliares, vías urinarias), o el alivio de síndromes en sí graves como la hipertensión endocraneal o la compresión medular. Desgraciadamente, no es infrecuente que este tipo de situaciones se presenten como urgencias, en pacientes sépticos, desnutridos e inmunodeprimidos, lo que agrava el pronóstico.
Otras veces, la cirugía actúa aliviando el dolor cuando éste no cede o es rebelde a los protocolos terapéuticos habituales (dolor intratable) actuando a nivel periférico o central.