5.4 Cáncer De Pulmón:

5.4         Cáncer De Pulmón:

El cáncer de pulmón es en la actualidad un serio problema de salud pública, ya que es la causa principal de muerte relacionada con el cáncer. Los mayores niveles de incidencia de este tipo de afección se presentan en la Europa del Este seguida de Norteamérica para hombres. En el caso de las mujeres, los niveles más altos de incidencia se encuentran claramente en Norteamérica. Dejando a parte la incidencia, la gravedad de este tipo de cáncer reside en la alta letalidad del mismo. En los últimos 30 años, el índice de pronóstico para el cáncer de pulmón apenas ha sufrido mejoras, actualmente el índice de supervivencia a 5 años se mantiene en el 13 % y la supervivencia total en sólo el 12 %. Esto se debe principalmente a la inespecificidad de los síntomas y signos del cáncer de pulmón. El consumo de tabaco constituye el factor de riesgo más importante asociado con el cáncer de pulmón, se ha estimado que entre el 85-90% de todas las neoplasias derivan de este hábito. El tabaco posee más de 3500 sustancias químicas diferentes, y al menos para 20 hay pruebas del carácter carcinógeno a nivel pulmonar en el hombre y animales. Estos carcinógenos se pueden dividir en tres grupos químicos: hidrocarburos aromáticos policíclicos, aminas aromáticas y N-nitrosaminas. Especial mención cabe hacer a los benzopirenos en el grupo de los hidrocarburos aromáticos policíclicos y la 4-metilnitrosamina-1-3piridil-1-butinona (NNK) del grupo de las N-nitrosaminas, ambas sustancias son extremadamente carcinógenas. El riesgo de desarrollar un cáncer de pulmón relacionado con el tabaco depende de algunos factores como son la duración e intensidad del hábito, la edad de iniciación y el tipo de tabaco consumido. Se ha observado que debido a las características del humo del tabaco, los fumadores de tabaco negro son más propensos a desarrollar cánceres de laringe, faringe y cavidad oral, frente a los fumadores de tabaco rubio que desarrollan con más probabilidad cáncer de pulmón. La cantidad de tiempo que debe transcurrir para que se reduzca el riesgo desde que se abandonó el hábito hasta el nivel de los no fumadores, es controvertido. Se piensa que deben transcurrir unos 15 años desde que se abandonó el consumo de tabaco para acercarse a los niveles de riesgo de los no fumadores. El descenso en el riesgo comienza a ser evidentes desde que el fumador abandona el hábito. Como respuesta a la publicación de recomendaciones indicando la presencia de sustancias carcinógenas en el tabaco, se introdujo el filtro y se comenzó la producción de cigarrillos bajos en nicotina y alquitrán. Sin embargo se observó que para satisfacer su adicción a la nicotina, lo fumadores de este tipo de tabaco aumentaban la profundidad y el número de inhalaciones.

Ser fumador pasivo también supone un factor de riesgo para el cáncer de pulmón. La exposición al humo de tabaco ambiental ha sido definida por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) como un carcinógeno humano. Se debería tener en mente que, el humo activo solo afecta al fumador, el humo pasivo afecta a cualquiera que se encuentre en las cercanías del fumador. El riesgo relativo observado en datos no es muy elevado, 1,5. Sin embargo la exposición al humo del tabaco ambiental (ETS) resulta difícil de medir. La práctica normalizada es averiguar la presencia de otros habitantes (la esposa en particular) en la casa del fumador y el periodo de cohabitación. No obstante, la persona estudiada puede estar expuesta al ETS en el lugar de trabajo o pasar poco tiempo con su esposo/a. Además cabe la posibilidad de que la casa en cuestión esté muy bien ventilada. Todos estos aspectos pueden actuar como factores de confusión y suponer una sobre o infravaloración del riesgo. La solución ideal en cada caso es utilizar marcadores biológicos que muestren la verdadera exposición al ETS de cada individuo. El problema es que los marcadores biológicos de exposición más utilizados hasta la fecha, el suero y la cotinina salivar, reflejan la exposición al tabaco en las últimas 48 horas, de modo que resultan inviables para estudios retrospectivos, aunque se emplean para estudios prospectivos o de prevalencia.